La tristeza, ese profundo y absurdo sentimiento,
ese dolor tan hondo que nos ahoga el pecho,
que nos hace llorar, por lo que fue y no ha sido,
por lo que es y no será.
Ese ardor que nos sube por los huesos
y nos sale en las lágrimas saladas,
saladas, por ese sufrimiento,
por ese ardor,
por ese sentimiento.
Y el cuerpo se convierte en cielo
cuando las lagrimas son lluvias
que mojan nuestro cuerpo,
haciendo que en la tierra florezcan nuevos besos,
rojos como la sangre,
ligeros como el viento.